Sergio OTA no colecciona solo muñecas. Colecciona historias, memorias y sueños encapsulados en plástico. Su colección de Barbie, que hoy alcanza entre 1500 y 2000 piezas, comenzó con una sola muñeca.
“La primera la compré con las propinas del colegio en el año 92. Era una Barbie latina, con cabello oscuro y rasgos no caucásicos”, recuerda. Fue amor a primera vista. La vio en casa de la hermanita de su mejor amiga. La compró por 14 soles y desde entonces no paró.
Para él, Barbie es más que una figura de moda. Es un símbolo. “Barbie es lo que quiere ser. Mi mamá es mi inspiración, y ella siempre ha soñado en grande. Barbie representa eso: fuerza, diversidad, empoderamiento”.

Hoy, esa muñeca rubia que conquistó al mundo ya no tiene un solo rostro. “Hay Barbies con síndrome de Down, alopecia, vitiligo, en silla de ruedas. Ya no hay un estándar de belleza. Representa a todos los seres humanos”.
Sergio cuida sus muñecas con esmero. Algunas están en caja. Otras las transforma. “Soy un poco el doctor Frankenstein. A algunas les cambio las piernas, la cabeza, el cuerpo. Las hago únicas”.
Tiene un “staff” de muñecas favoritas. A esas sí les cambia ropa y accesorios constantemente. “Tengo más de 2000 o 3000 zapatitos. Y un gran baúl de ropa de repuesto”, cuenta entre risas.
Su pasión no se limita a comprar. También restaura. “He aprendido técnicas para recuperar muñecas destrozadas. El agua caliente es mágica. Deja el cabello como nuevo”.

Algunas piezas han requerido paciencia y sacrificio. “Esperé 10 años por un set de Lily Monster y Herman. Me costó 1600 soles. Fue un regalo de Navidad para mí mismo”.
También ha invertido en Barbies exclusivas. “Compré las tres primeras de la saga Star Wars. Cada una cuesta entre 200 y 300 dólares. Y tengo una Barbie vampira que en caja puede valer hasta 1650 dólares”.
Pero el valor real de su colección es sentimental. “He comprado muñecas desde cinco soles en mercados de pulgas hasta cientos en tiendas. No podría calcular cuánto vale todo”.

Sergio también crea. Forma parte de un grupo de coleccionistas que realizó una exposición con Barbies representando las 25 regiones del Perú. Él hizo las de Ica y Ayacucho. “Hicimos la investigación, elegimos muñecas con rasgos locales y diseñamos los trajes. Nos volvimos diseñadores de nuestros propios sueños”.
En las exposiciones, nota algo curioso. “Los adultos son los más emocionados. Conectan con su infancia. Se iluminan los ojos al ver una muñeca que les recuerda algún momento especial”.
Tiene muñecas que cuida con devoción, pero no las oculta. “Una colección como esta no solo está hecha para verse. Está hecha para tocarse, para olerla, para sentirla”.

Para quien quiera iniciarse, tiene un consejo claro. “El mandamiento más importante es conectar contigo mismo. No importa si tienes dos muñecas. Ya eres coleccionista si las amas”.
Para él, coleccionar Barbie es una forma de vivir. “Me abre la mente. Me enseña a seguir soñando y a seguir creyendo que puedo lograr todo lo que me proponga”.

