Magaly Moro

Diego (24 años, Lince). Doctora Moro, le confieso que no puedo controlar más lo que siento. Es mi tercer año en la universidad y nunca me había atraído una maestra del modo que Roxana, mi profesora de Finanzas, lo hace hasta ahora.

El primer día de clases inicié sin muchas ganas mis sesiones virtuales, pero cuando vi el rostro angelical y risueño de mi maestra, mi humor cambió por completo. Por un momento pensé que era un sueño, no creí posible que una mujer pudiera ser tan sexy e inteligente.

Ella se presentó a través de la pantalla y nos empezó a hablar de lo que trataría el curso en los próximos meses. Doy gracias a Dios que mi cámara no estuviera activada, pues estuve babeando y admirando su belleza todo ese tiempo.

Desde aquel día no puedo quitármela de la cabeza. He encontrado su perfil en Facebook y descubrí que no está casada, ni tiene pareja. Eso me da esperanzas, pero sé bien que no se fijaría en un alumno suyo. Lo sé porque algunos de mis compañeros han intentado romper el hielo con ella, pero Roxana jamás ha mostrado interés por alguno de ellos.

He pensado en mandarle un mensaje privado y consultarle algunas dudas sobre el curso y, luego, tratar de ganarme su confianza para pedirle su número de celular. Sin embargo, mis amigos no me creen capaz y apuestan entre ellos que Roxana me mandará a volar como a todo el mundo, pero yo conservo la fe. ¿Usted cree que estoy haciendo bien, señora Magaly? Realmente creo que puedo tener una oportunidad.

Ojo al consejo

Estimado Diego, lo que sientes ahora es atracción y, probablemente, lo estés confundiendo con estar enamorado. Te aconsejo que trates de buscar otro tipo de distracciones, pues tu “flechazo” con tu maestra puede terminar en una obsesión. Además, una relación entre profesora y alumno no es correcta y le puede costar su trabajo. Tenlo en cuenta. Mucha suerte.