MAGALY MORO

Cristhian (32 años, Pueblo Libre). Desde que era niño pensaba que la persona con la que compartiera mi vida merecía lo mejor que podría ofrecerle. Mi primera relación con July, una amiga del barrio, fue así. Le daba grandes obsequios, detalles que la dejaban sorprendida y yo era feliz viéndola. Lamentablemente, tuvo que mudarse y ahora no sé nada de ella.

Han transcurrido algunos años desde entonces y hace poco conocí a Fernanda, una chica encantadora que es mi compañera de trabajo. Desde el día que ingresó a la empresa noté que era una persona especial, alguien con quien me llevaría muy bien.

No pasó mucho tiempo para que Fer y yo comenzáramos a salir, primero como amigos y luego como enamorados. Al principio, era muy sencilla, es decir, se dejaba deslumbrar fácilmente, incluso a veces decía que no era necesario que le hiciera tantos detalles. Pero conforme pasaban los meses, parecía que nada la satisfacía. Sin embargo, eso no sería nada comparado a lo que vendría después.

Cuando cumplimos un año y tuve un pequeño gesto, ella lo rechazó, dijo que no la amaba por haberle entregado tan poca cosa, que no le doy la vida que merece. Doctora, me sentí tan desdichado cuando escuché esas palabras que no sabía qué hacer para remediarlo. Le rogué que me pidiera cualquier cosa que ella quisiera, pero se negó y me cerró la puerta en la cara.

Entiendo que esté molesta, señora Moro, ella se merece lo mejor del mundo, pero es que en ese momento aún no me pagaban. ¿Qué hago para que me perdone? Ayúdeme.