Magaly Moro

Paulina (22 años, San Martín de Porres). Doctora, estoy muy emocionada de escribirle. Mis amigas y yo somos fieles lectoras de su columna, desde que estábamos en la época escolar. Jamás pensé que algún día le enviaría mi historia.

Hace tres años que estoy con Renato, él es un chico alegre y respetuoso, que nunca me había demostrado ser celoso, hasta hace unas semanas.

Estábamos en la cena navideña. Mi mamá demoró mucho cocinando el pavo y mi hermana menor aún no terminaba de envolver los regalos, cuando llegó mi enamorado.

Para que mi familia no se incomode, lo llevé a mi habitación para conversar más tranquilos. Era la primera vez que él entraba a mi habitación, así que estuvo observando todo detalladamente. Justo se iba a sentar en la cama cuando vio encima de mi escritorio una gran caja forrada con papel lustre rosa y corazones morados. Sin dudarlo me preguntó de dónde provenía. No le quise mentir y le dije que esa caja me la regaló mi ex y que dentro de ella guardaba todos los peluches que también me obsequió.

Renato cambió la expresión de su rostro. Nunca lo había visto así. Le pregunté si estaba bien y me dijo: “me incomoda que guardes esas cosas. Por favor, bótalos. Me estás humillando al guardarlos. ¿No te das cuenta?”.

No supe qué decir. Le explique que los tenía solo porque me daba pena botarlos, pero no entendió y se fue de mi casa. Ahora no quiere hablarme hasta que me deshaga de los peluches. ¿Qué hago, señora Moro?

Ojo al consejo

Paulina, te aconsejo que te pongas en su lugar. ¿Y si él tuviera cosas de su ex?, ¿te gustaría?, creo que no. Entiendo que quieras conservar recuerdos porque suele ser común, pero, después de todo, los que importan son los que están en la memoria. Si realmente los peluches le incomodan, es mejor que ya no los tengas. Vive tu presente, sin tener rastros del pasado. Suerte.