Estaba enamorado pero ella se fue
Estaba enamorado pero ella se fue

MIGUEL (34, Pucusana). En este verano que se resiste a irse, conocí a una hermosa sirena. Dulce, maravillosa, espléndida de curvas, tierna y romántica. Quedé perdidamente enamorado de ella. Sin embargo, todo el amor que imaginaba en sus brazos, quedó en ilusión pues ella partió para no volver más.

Raquel, como se llama la sirena, amaneció en Pucasana una mañana de neblina, junto a su familia, para disfrutar de una semana de vacaciones en el balneario. Radiante como un sol, me impactó sobremanera.

Admiré su figura en un súper short y un top demasiado inquietante y ella me sonrío viendo mi avidez por descubrir todos sus encantos.

Esa misma tarde la volví a encontrar viendo ensimismada el Boquerón del Diablo, tomándose fotos, riéndose al estallido de las olas. Y su risa me pareció un chasquido maravilloso.

Me animé a hablarle de esa proeza del tiempo que escarbó el cerro y ella admirada me miraba con esos ojitos tan dulces que me volvían loco.

La volví a ver cuando retorné de una faena un poquito tarde, cargado de buena pesca y la vi recorriendo el malecón, mirando las luces de la luna rebotando en el mar. “¡Ah!, me dijo, eres pescador”.

Yo reí entusiasmado y quedamos para recorrer al día siguiente todo el litoral en mi lancha. Y así fue. Vino con su familia y dimos no una ni dos, sino tres vueltas a Pucusana y San Bartolo; y yo admiraba más y más su sonrisa.

Pero el destino es así. Al cumplirse una semana, Raquel se marchó. Cuando la busqué decidido a declararme antes que sea tarde, ya lo era. La sirena se marchó, quizás para siempre, de mi vida.

CONSEJO:
Es una lástima, pero no supiste aprovechar el momento. Quizás debiste cambiar números y no confiarte demasiado. Ojalá la vuelvas a ver.