“Tayta Shanti”, el embajador quechua
“Tayta Shanti”, el embajador quechua

Eduardo Gallegos

egallegos@grupoepensa.pe

A sus 73 años conserva su vitalidad como pocos a esa edad. Denota dinamismo, un amplio bagaje cultural y siempre está sonriente. Es ingeniero agrónomo y profesor de música, que mezcla con su dedicación para pregonar la riqueza del mundo andino, los saberes ancestrales, la soberanía alimentaria y el milenario idioma de los incas.

Santiago Agui Mendoza o “Tayta Shanti”, como lo conocen, es un experimentado quechuahablante e incansable propulsor del runasimi. Señal de ello es que fundó la Academia de Lengua Quechua del Chinchaysuyu en Huánuco. Lamenta la falta de políticas serias que le den la importancia debida y promuevan el dictado de esta lengua milenaria en los colegios.

“En la filosofía del quechua, el saber de una persona es como una gota de agua, en cambio el saber de las poblaciones es un océano. El quechua no difunde un pensamiento egocéntrico, sino teocéntrico, porque para nosotros primero está el bienestar social antes que el particular”, sostiene “Tayta Shanti”.

Hombre de BIEN. Dice que en el mundo andino es difícil mentir, porque perderían su estado de runa (ser humano-gente). Por el contrario, todo es sistematizado y armónico, porque es pensar bien, hablar bien, escribir bien, hacer bien, para vivir bien y llegar a lo que denominan el Sumak Kausay (buen vivir).

Llevando su prédica viaja constantemente a diferentes partes del país y del extranjero. Es un infaltable invitado en cuanta actividad relacionada con el mundo andino. Estuvo en varios países de Latinoamérica, principalmente en Bolivia, Ecuador y México, no solo como expositor sino con el afán de intercambiar saberes ancestrales que tengan que ver con la producción agropecuaria y la preparación de alimentos.

Sobre los rituales como “el pago a la pachamama”, en los que participa, el conservador de la cultura Yaro refiere que es una ceremonia para entender que la espiritualidad andina es la comprensión del mundo y la naturaleza. Sobre la hoja de coca presente en estos actos, sostiene que la pérdida del uso común de esta planta fue por un mal uso, pues hay gente que la convierte en cocaína, cuando la planta en su estado natural no provoca adicción ni males a la salud. Por el contrario, los indígenas que mastican coca son saludables, dice.

Caminante. Este año considera que hará su tercer recorrido junto a otros hombres que conservan la misma idea. En diciembre de 2016, dando señal de su fuerza y vitalidad a sus 73 años y llevando consigo habas, cancha, hojas de coca y un poco de abrigo, formó parte de un grupo que recorrió el Camino Inca, desde Jauja en Junín hasta el centro arqueológico de Pachacámac en Lurín (Lima), con el fin de cumplir con una costumbre ancestral.

La travesía duró once días, pasó montañas con más de cinco mil metros sobre el nivel del mar. “Nuestros antepasados hacían este peregrinaje para realizar rituales andinos de siembra, para venerar el solsticio y así dar inicio al año nuevo andino”, refiere emocionado sobre esa jornada.

La travesía duró once días, pasó montañas con más de cinco mil metros sobre el nivel del mar. “Nuestros antepasados hacían este peregrinaje para realizar rituales andinos de siembra, para venerar el solsticio y así dar inicio al año nuevo andino”, refiere emocionado sobre esa jornada.