“Vivo gracias a mis sombreros”
“Vivo gracias a mis sombreros”

Desde tiempos inmemoriables, en el distrito lambayecano de Monsefú, hombres y mujeres practican el oficio de tejer a mano finos sombreros de paja que son puestos a la venta para protegerse del abrumador sol norteño.

No es un mito que en cada calle o barrio de la “Ciudad de las Flores” se encuentre a más de una artesana confeccionando diversos productos. Pero hay una en especial que merece respeto y aprecio por haber permitido que se mantenga viva la tradición.

Herencia. Se trata de Manuela Túllume Torres, de 93 años, quien posiblemente sea la tejedora vigente que más sombreros ha elaborado en todo Monsefú y, quién sabe, en todo el norte peruano.

La conocida nonagenaria nos recibe en su casa ubicada en la calle César Vallejo de Monsefú. Con total lucidez recuerda sus años de infancia y menciona que fue su madrastra quien le enseñó a tejer luego de que su madre falleciera.

“Mi mamá me dejó muy tierna, cuando aún gateaba. Mi madrastra me enseñó poco a poco y yo les he enseñado a tejer a mis hijas y a mis nietas”, nos relata.

Nacida el 25 de diciembre de 1924, doña Manuela nos cuenta orgullosa que tiene 6 hijos, 2 hombres y 4 mujeres, las cuales también son expertas tejedoras. Ahora que ya todas están casadas, rememoraba cuando las tenía a su lado y trabajaba haciendo sombreros para poder darles de comer.

“Yo vendía mis sombreritos a 50 soles los grandes y así tenía dinero para comer. Vivo gracias a mis sombreros, porque con la ganancia de mis sombreritos comíamos. Ahora ha bajado bastante la venta, para comer da muy poco, están muy caras las cosas”, señala nuestra anfitriona.

No se jubila. Sentada en la sala de su casa, con la sordera típica de los veteranos, doña Manuela sostiene que no piensa jubilarse del oficio de tejer y que espera recuperarse de una caída que le afectó el brazo derecho, para reiniciar su trabajo pronto.

“A mí me demora 15 días nomás (hacer un sombrero), todo a mano, los sombreros de corona y copa. No me acuerdo a qué edad empecé, pero sí he tejido bastante sombreros, dos días una corona, tres días una copa, tres días una falda. Así era mi trabajo”, señala.

Mientras conversa, a Manuela Túllume le es difícil evitar mencionar que extraña a sus hijos que están lejos, pero sonríe al recordar la cantidad de nietos y tataranietos que tiene. “Tengo 53 nietos y 20 bisnietos”, señala con ayuda de una de sus nietas, Elsa Chavesta.

Desbordando humildad, la señora Manuela agradece la entrevista. Se opone a ser considerada como una maestra del tejido e invita a los turistas a visitar su tierra y llevarse algún producto hecho a mano, con la paciencia y habilidad que representa su propio legado. Finalmente ríe al saber que sus hijos la podrán ver en el periódico.

Desbordando humildad, la señora Manuela agradece la entrevista. Se opone a ser considerada como una maestra del tejido e invita a los turistas a visitar su tierra y llevarse algún producto hecho a mano, con la paciencia y habilidad que representa su propio legado. Finalmente ríe al saber que sus hijos la podrán ver en el periódico.