Tener diabetes no significa renunciar a disfrutar la comida, sino aprender a elegir mejor. La base de la alimentación debe ser verduras en abundancia, ya que aportan fibra, pocas calorías y ayudan a controlar la glucosa. Proteínas como pescado, pollo, huevo, menestras y lácteos sin azúcar mantienen la masa muscular y generan saciedad.
Los carbohidratos no se eliminan, pero deben escogerse en su forma natural: tubérculos, menestras y cereales integrales, en porciones moderadas y siempre acompañados de fibra y proteína para evitar picos de azúcar. Las frutas se permiten enteras, no en jugo, y deben distribuirse durante el día.
Se recomienda evitar azúcares añadidos, harinas refinadas y bebidas dulces, incluso si son naturales. Comer a horarios regulares, hidratarse bien y mantener actividad física diaria mejora la sensibilidad a la insulina.
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