Varios estudios coinciden en que una cena ligera y bien planificada favorece el descanso y la salud metabólica. Investigaciones, como la de Jakubowicz et al. (2013), muestran que cenar tarde y con muchas calorías puede alterar los ritmos del cuerpo, dificultar el sueño y aumentar el riesgo de obesidad.

La cena ideal debe hacerse al menos 2 o 3 horas antes de dormir, con alimentos fáciles de digerir y sin exceso de grasas ni azúcares. Se recomienda incluir proteínas ligeras (como huevo, pescado o yogur), verduras cocidas y una porción moderada de carbohidratos integrales (quinua, camote o maíz).

Evitar cenas copiosas ayuda a regular la glucosa y la insulina nocturna, lo cual es clave para personas con sobrepeso, diabetes o insomnio. Una cena adecuada no solo mejora la digestión, también favorece un sueño reparador y protege la salud cardiovascular a largo plazo.

TE PUEDE INTERESAR:

Cómo enfrentar el último adiós a una mascota

Maíz morado: un aliado natural para reducir la presión arterial y prevenir el cáncer

Unidos por la esperanza: Magia inicia su colecta anual para apoyar a niños con cáncer