La circulación sanguínea depende del buen funcionamiento del corazón y una alimentación adecuada. Cuando el cuerpo está deshidratado, la sangre se vuelve más espesa, lo que obliga al corazón a bombear con más fuerza y aumenta el riesgo de coágulos. Beber al menos dos litros de líquidos al día, más si hace calor o hay actividad física, ayuda a mantener la sangre fluida y facilita su circulación.

Una dieta equilibrada protege los vasos sanguíneos. Los pescados azules como anchoveta, caballa o salmón aportan omega-3, que reduce la inflamación arterial. Frutas y verduras con antioxidantes como arándanos, granada, tomate y espinaca fortalecen la capa interna de las arterias y mejoran la circulación.

También favorecen la circulación el ajo, la palta, los frutos secos y el cacao puro. En cambio, el exceso de sal, alcohol y ultraprocesados dificultan el flujo sanguíneo y dañan los vasos. La clave es hidratarse, moverse y comer natural para que la sangre fluya bien.

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