¿Te ha pasado que en épocas de estrés tu estómago se “rebela”? No es casualidad. El sistema nervioso y el digestivo están conectados como si mantuvieran una comunicación directa. Cuando vivimos situaciones tensas, el cerebro activa hormonas como el cortisol y la adrenalina que preparan al cuerpo para defenderse, lo que modifica la forma en que funciona la digestión.
En algunas personas el estómago se vuelve más lento y aparece la pesadez, mientras que en otras el intestino se acelera y causa diarrea o urgencia. También aumentan los gases, la hinchazón y la sensibilidad, de modo que cualquier molestia se percibe con mayor intensidad. Incluso puede empeorar el reflujo, ya que el estrés altera los movimientos del esófago y la producción de ácido.
Además, el estrés desequilibra la microbiota intestinal, esas bacterias que ayudan a digerir y proteger. Por eso manejar el estrés no solo aporta calma mental; también mejora el bienestar diario y reduce molestias digestivas.
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