Además de los controles de niño sano que permiten diagnosticar a tiempo deficiencias nutricionales, desde casa debemos estar muy atentos a aspectos críticos que pueden ser determinantes para la anemia por falta de hierro.

Debemos recordar que cuando la gestante está bien alimentada, el bebé por nacer llega con una reserva de hierro que lo protege los 3 a 4 primeros meses de vida. A partir de ahí, es necesario que reciba el suplemento que el pediatra indique.

A los 6 meses, cuando el neonato inicia la alimentación complementaria, se debe asegurar la ingesta de hierro desde la dieta con alimentos como bazo, sangrecita, bofe, pichón, carnes rojas en general, una a dos veces por semana, y complementar con vegetales ricos en este mineral.

Las lentejas, los frijoles, la espinaca, la acelga, las semillas de calabaza y ajonjolí son ejemplos de fuentes vegetales, pero deben acompañarse de alimentos o bebidas altas en vitamina C para ser absorbidas.

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