Todos los periódicos y webs, nacionales e internacionales, titulan que Perú ya es el segundo país del mundo con mayor (78 de 100), superado apenas por Bélgica (86 fallecidos por cada 100 habitantes).

Esta cruda realidad es un tácito jalón de orejas a la estrategia sanitaria de contención utilizada por el Gobierno del presidente Vizcarra, pero también para gran parte de la población nacional que, literalmente, apuesta por entregarse a los tentáculos mortales del virus.

Ah, me olvidaba: La cifra de contagios en nuestro país ya pasó el medio millón; 535,946 hasta ayer, mientras que los compatriotas muertos suman 26,281. Frente a esta situación, el Premier Walter Martos alega que “somos el único país que está sincerando las cifras durante la pandemia”.

Parece muy ostentosa la frase del primer ministro, máxime si las pruebas de descarte no han tenido la cobertura necesaria. Y, claro, cómo no vamos a estar en los ojos del planeta si, con o sin cuarentena o toque de queda, hay malos vecinos que hacen fiestas, parrandas, participan de aglomeraciones, salen sin mascarillas y las súplicas para que colaboren en esta guerra contra el enemigo invisible simplemente son desoídas. Les llega.

Para que quede claro, a muchos peruanos les importa poco el prójimo, y las costumbres vienen de casa. Nos creemos invencibles, todopoderosos, y que aceptar una orden que busca beneficiar a todos nos convierte en seres sumisos y enclenques.

“Esto es solo el reflejo de la inexistente inteligencia emocional, y es que acaso nos hemos olvidado que hemos evolucionado gracias a la vida en comunidad”, refiere una amiga especialista.

El teniente general de la PNP, Jorge Lam, añadió que, en líneas generales, ha población acató el domingo la nueva inmovilización social obligatoria. Ojalá sea verdad tanta belleza, aunque, como ya indicamos, no faltaron los testarudos a los que les importa un pepino su vida y la de sus familiares.

Esto fue todo por hoy, cierro el Ojo Crítico, hasta mañana.