¡Qué tal! Hay que comer para vivir, no vivir para comer. La premisa de Cicerón le importa un comino a gran parte de peruanos, que vive para comer y, en ese cometido, ahora que se reabrieron los , las colas refrendan esta famélica tendencia.

Lo peor es que, encima, comemos mal. Preferimos la comida chatarra o exageramos la nota en la casa. Somos cuchara brava. Un dato de cajón: más de la mitad de los pacientes que se tratan en las UCI son personas obesas. ¡Mucho cuidado con eso!

Hay que darse su gustito, desde luego, como ayer con su respectivo pollito a la brasa, papas, ensaladas y cremas, pero, con o sin virus, es momento de apostar por un menú que nos ayude a reforzar el sistema inmunológico.

Que tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina. Aquí, en Ojo, ya hemos dado harta literatura al respecto. Ya lo dijo Virginia Woolf: Uno no puede pensar bien, amar bien, dormir bien, si no ha comido bien.

Y comer bien, no es atragantarse con hamburguesas o comer una tonelada de pan. Es respetar el cuerpo. Escrito está también que uno es lo que come. Ciertamente, comer es uno de los placeres de la vida, pero no hay que poner en riesgo nuestra vida por comer, ¿verdad?

Y lo digo porque, como mencioné al inicio, hay personas desesperadas por sentarse ya mismo a la mesa en los restaurantes. Vayamos por partes y cucharadas. Si no puede con su genio y necesariamente tiene que salir a comer a la calle, empiece por cumplir los protocolos establecidos por PRODUCE, y que los locales que lo atiendan también luzcan impecables.

Cuatro consejos impostergables: Respeta el aforo máximo permitido de 40%, sácate la máscarilla únicamente para comer, solicita una carta virtual o desechable y prioriza las formas digitales de pago. El otro día fui a El Pan de la Chola y ni la tarjeta te tocan. Cuidan al cliente y se cuidan ellos. El Covid nos tiene así. Esto fue todo por hoy, cierro el ojo crítico, hasta mañana.


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