¡Qué tal! Las elecciones generales son un proceso y, como tal, concluye cuando el proclama al ganador o ganadora luego de recibir y darle visto bueno a la jornada electoral, en este caso la segunda vuelta por la presidencia de la República.

Se entiende, ¿verdad? Pues nada de esto ha ocurrido hasta el momento, todo lo contrario, se prevé varios días de incertidumbre, con una “batalla legal” en el JNE por los votos impugnados y bien vale la pena la espera porque el país necesita un jefe del Estado legítimo, nacido de manera limpia y democrática de las ánforas.

El profesor Pedro Castillo lleva una ligera ventaja según el infartante conteo de la ONPE, sin embargo, todavía no puede lanzar el sombrero al aire en señal de victoria porque, además de que falta el voto del extranjero, su contrincante ha denunciado un eventual “fraude en mesa” y las autoridades correspondientes tienen que levantar estas dudas con la investigación del caso.

No he oído a Keiko Fujimori ni a sus candidatos a vicepresidentes acusar de fraude electoral a los organismos electorales. Las advertencias (muy justificadas) han sido todas contra los métodos mafiosos que Perú Libre está empleando para burlar la voluntad popular, no contra la ONPE”, anota con razón Álvaro Vargas Llosa.

El tema es que las casi 1200 actas que han impugnado en su gran mayoría son en Lima, pero se presentan en el norte también, es decir en las zonas donde gana Keiko Fujimori. El plan sería bloquear todos los lugares donde la postulante de Fuerza Popular tiene amplio margen.

Y, como siempre digo, así no juega Perú. ¿Será Vladimir Cerrón la mano que mueve esta cuna mafiosa que nos recuerda las prácticas ilícitas de Nicolás Maduro para pegarse como una lapa al mando de Venezuela? Qué lástima que cuando muchos se rasgan las vestiduras por el cambio, lo real es que todavía están de manifiesto manías de la vieja clase política, aunque esta vez el descaro parece aún mayor. Esto fue todo por hoy, cierro el ojo crítico, hasta mañana.