Qué tal.

Al Callao debemos festejarlo en ritmo de salsa, el canto del pueblo. Y los íconos de este género en el puerto pueden ayudarnos en el cometido de que este 184 aniversario de autonomía política no pase silencioso, bajo la añoranza del festival

Así que ¡música, maestro! Primero veamos qué es el Callao de estos días. Y apelamos al gran Héctor Lavoe, cómo no. Pregone usted, maestro, dibujado desde cualquier esquina chalaca: “Oiga, señor, si usted quiere su vida, evitar es mejor o la tienes perdida… Mire, señora, agarre bien su cartera, no conoce este barrio, aquí asaltan a cualquiera”.

Calle luna, calle sol, una guía práctica de cómo transitar, por ejemplo, por el jirón Loreto o Los Barracones.

Una más, Cantante de los cantantes. “La calle es una selva de cemento, y de fieras salvajes cómo no, ya no hay quien salga loco de contento, donde quiera te espera lo peor, donde quiera te espera lo peor”.

Juanito Alimaña, la canción del hampón que sabe que al día siguiente la Policía lo dejará libre. Vamos al otro escenario, al Callao añorable, a la provincia constitucional que todos quisiéramos aplaudir. Que suene El Gran Combo de Puerto Rico, La Universidad de la Salsa. “Tú eres el puerto más acogedor, por eso te canto con sabor. Te invito a un vacilón ¡chévere! pero que sea en el Callao”. Callao, puerto querido para todo el mundo. Y el fin de fiesta lo pone Niche.

“Si yo pudiera elegir el lugar donde quisiera morir, sería el Perú, sería el Perú, sería el Perú. ¡Chim Pum, Callao! ¡Chim Pum, Callao! ¡Chim Pum, Callao! Pero ¡Chim Pum, Callao! Me sabe a Perú, desde luego”

Alguna vez, Lavoe dijo que su paso por el Callao lo había resucitado. Que su canto eterno confluya para que los chalacos, de la mano de autoridades con pantalones, salten a un estado superior de vida, lejos del sicariato, las bandas, los ajustes de cuentas y la anarquía. Y también, por supuesto, del Covid-19. Y no va a ser.

Esto fue todo por hoy, cierro el ojo crítico salsero, hasta mañana.