¡Qué tal! Frente a los números de espanto sobre contagiados, el ascenso inexorable de la cantidad de fallecidos, los hospitales colapsados y, sobre todo, el desacato casi mayoritario de la población a las medidas de prevención, ya es hora de que el gobierno del presidente salga a dictar medidas que ayuden a frenar esta hecatombe a manos del

Los días transcurren, prosigue el calvario para conseguir oxígeno, impera la tragedia, el luto se expande, el dolor es mayor, las lágrimas no cesan… y desde Palacio de Gobierno ¡no se oye padre! O hay susurros que no se escuchan.

En la última conferencia que dio el jefe del Estado de transición dejó más dudas que certezas, más confusión que una explicación didáctica. Es evidente que Martín Vizcarra metió la pata y debe ser investigado y castigado si lo amerita, pero la simpatía que aún tiene con buen porcentaje de la gente es porque su guion era claro, didáctico; explicaba la situación directo a la vena y era intenso para pedir respeto a las normas sanitarias.

Hoy, a decir verdad, hay un despelote general en nuestro país: abundan los “privaditos”, las fiestas familiares y clandestinas, los jóvenes han pasado a ser los primeros de la fila por una cama UCI, continúan las aglomeraciones, el virus y sus variantes es más invasivo y letal… y la vacuna viene montada en tortuga. Lo que vemos es que la información oficial no está centralizada en la voz de Sagasti.

Hay muchos voceros secundarios y cada uno dice cosas distintas. Unas más nostradámicas que otras. Ni siquiera la ministra Pilar Mazzetti, que ya tiene buen tiempo en el cargo, ha podio unificar el mensaje para que los peruanos sepan a qué atenerse.

Por ejemplo, es imperativo que el propio Sagasti diga, con voz clara, fuerte y enérgica, si la primera dosis de la vacuna Sinopharm llegará este mes, como se anunció. Dicen que ya está para recoger, entonces tráiganla y empiecen a hacerle frente a la muerte. Insistimos, diga algo, señor Presidente. Esto fue todo por hoy, cierro el ojo crítico, hasta mañana.