Qué tal!

Un gran dolor de cabeza para el presidente ha resultado el señor de nombre Richard Cisneros o “”, empezando porque hasta tuvo que sacar a la ministra de Cultura, Sonia Guillén.

Y es que el pago de favores siempre pasa una gran factura. Swing, como ha reconocido el mandatario, participó de la campaña presidencial de 2016. Los ayayeros son una vieja novedad. ¿Y qué recibió de premio? Jugosos contratos con el Estado como conferencista-cantante.

Sus discursos, de plazoleta de Parque Universitario, con el perdón de los cómicos ambulantes, no justifican tamañas remuneraciones y todavía tiene la conciencia de ufanarse de haber “botado”, por “atrevida”, a Sonia Guillén.

El roche para el jefe del Estado es la revelación de un innegable amiguismo y, aunque diga que con él no va el tarjetazo, papelito manda: ahí están los desembolsos a Richard Cisneros que, a nuestro gusto, no tiene mucho “swing”.

El escándalo se agranda porque Jenny Huachillo, de la primera fiscalía especializada en delitos de corrupción, intervino esta mañana las oficinas administrativas del referido ministerio, en San Borja. Ahora, pues.

Ahora, el tipo es más figuretti que él mismo. Se tomaba fotos con cada personaje conocido que se le cruzaba en esos fueros, desde Vizcarra hasta las mascotas de Palacio de Gobierno.

Swing, sin mucho swing, nos hace recordar, de alguna manera, a “Galleta”, el guitarrista que un día Alejandro Toledo conoció en Punta Sal y lo llevó como asistente en temas de seguridad, ni más ni menos, pero en verdad animaba sus conocidos desvaríos.

Es el colmo que hoy se hable más de Swing que del Covid-19, que suma contagios y muertes para el espanto, mientras en los hospitales no hay cama para tanta gente víctima del virus. ¡Se me cuidan!

Esto fue todo por hoy, cierro el Ojo Crítico, hasta mañana.