En el Perú antiguo, el Viernes Santo era un día de profundo respeto y recogimiento. Las familias, siguiendo la tradición cristiana, practicaban el ayuno como muestra de fe y sacrificio. No se comía carne roja, y muchas personas optaban por no ingerir alimentos sólidos hasta después del mediodía.
Durante ese día, la comida era muy sencilla: se preparaban caldos de pescado, menestras, papas, arroz o guisos con hierbas andinas, y en muchas casas se comía solo una vez. Se evitaban las celebraciones y se vivía en silencio, en señal de respeto por la pasión y muerte de Jesús.
Esta costumbre, heredada de la época colonial y mezclada con elementos de la cultura andina, era también una forma de limpiar el cuerpo y el espíritu. Hoy, aunque el ayuno no es tan estricto, muchas familias mantienen la costumbre de comer con humildad y en recogimiento ese día.
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