Qué tal.

Y un día volvimos al mundial. Ricardo Gareca y sus muchachos nos llevaron a Rusia 2018 y, a partir de ahora, tras la unión que se ha visto a nivel nacional, debería primar la idea de refundar una sociedad peruana con mejores valores de convivencia.

Ser mundialista implica tener un fútbol desarrollado, competitivo, de élite; y eso debe ir en perfecta concordancia con la colectividad que lo practica. O sea nosotros. Ya no somos del montón.

Salgamos entonces de la mediocridad y el aprovechamiento del más débil. No puede ser que la inseguridad ciudadana, la violencia contra la mujer, el crimen organizado y todas las estadísticas del delito sigan en crecimiento, con muertes incluidas.

La misma política da asco entre acusaciones de coimas y negociazos, pero los congresistas y demás autoridades no tienen reparos en lucirse orondos con la blanquirroja. Ojalá el fútbol pueda derivar en el punto de quiebre que permita cambiar la historia y ser un mejor pueblo en todos los sentidos.

El esfuerzo de muchachos como “Orejas”, Cueva”, Gallese, Carrillo, Tapia y, por supuesto, Paolo bien merecen que su descendencia viva en un país con tranquilidad, seguridad y mejores ciudadanos. ¿O es mucho pedir?

Esto fue todo por hoy, paro mi pelota mundialista, guardo el lápiz, hasta mañana.

Esto fue todo por hoy, paro mi pelota mundialista, guardo el lápiz, hasta mañana.