Desde hace cuatro décadas vengo aplicando la dieta macrobiótica japonesa integrada con la nutrición del antiguo Perú, bajo el principio único de que hay que comer de acuerdo con la estación, a la actividad y a la proyección u objetivo en la vida. Como parte de este régimen alimenticio, es necesario quitar el exceso de potasio que se encuentra en los alimentos de la familia de las solanáceas (papas, tomates, berenjenas). Además, se debe limitar la ingesta de frutas. Su consumo es justificado tras una hora de actividad física.

La base de la dieta debe ser los granos, como indica la dentadura, puesto que tenemos 32 piezas dentales: veinte molares y premolares, es decir, más del 60% del promedio de la dentadura; ocho incisivos que representan un 25% y se parecen a un cuchillo para cortar verduras; y cuatro caninos con poca punta que representan un 12,5% nos sirven para desgarrar.

Mi gran amigo el Dr. Tomás Olcese Roberts, bromatólogo italiano, quien fue por 50 años profesor catedrático en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, decía que la dieta más armoniosa es la oriental, parecida a la dieta verdadera del antiguo Perú, y que la dieta debería ser ictiovegetariana.

Observar las distintas clases de dentadura que poseen los animales y la dentadura del ser humano es suficiente para obtener importantes conclusiones sobre la selección de alimentos.

Nosotros carecemos de garras para atrapar presas que sí las poseen los animales carnívoros y cuya piel no posee poros para transpirar como la nuestra; sus jugos gástricos son bastante fuertes para digerir carnes mientras los nuestros tienen una concentración de ácido clorhídrico veinte veces menor.

Así, nuestra alimentación debe estar conformada por cereales integrales, legumbres, verduras y hortalizas.

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