Un reciente estudio reveló que la presencia de microplásticos en el cerebro humano ha aumentado un 50% en los últimos ocho años. Estas diminutas partículas, presentes en el agua, el aire y los alimentos, se acumulan en nuestro organismo, con concentraciones alarmantes en el tejido cerebral. Aunque sus efectos en la salud aún no se comprenden del todo, investigaciones en animales sugieren daños oxidativos y alteraciones en el flujo sanguíneo cerebral.

Para reducir la exposición, es clave evitar el uso de plásticos de un solo uso, optar por envases de vidrio o acero inoxidable, y filtrar el agua potable. Consumir menos alimentos ultraprocesados y preferir productos naturales también ayuda. Además, reducir la contaminación plástica a nivel global es una tarea urgente para proteger nuestra salud.

La ciencia nos advierte: es momento de actuar antes de que los efectos sean irreversibles.

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