Bajar de peso va más allá de la apariencia: aligera la carga metabólica del cuerpo. El exceso de grasa actúa como una glándula que produce estrógenos, lo que eleva el riesgo de desbalances hormonales en mujeres. En hombres, se asocia con mayor riesgo cardiovascular, disfunción eréctil, reducción de la calidad espermática, agrandamiento prostático y más litiasis renal.
El cambio empieza con una alimentación integral y local. Una dieta andina basada en quinua y kiwicha aporta proteína vegetal completa, fibra y minerales beneficiosos. Combinar menestras con verduras, frutos secos, semillas, aceite de oliva y sacha inchi suma grasas saludables. Los granos enteros, junto con proteína y fibra, mejoran la saciedad y el rendimiento físico.
Las algas marinas como yuyo o cochayuyo, consumidas a días intercalados, brindan yodo y minerales. Una buena estrategia es preparar bases simples como arroz con choclo para agregar proteína vegetal y vegetales variados. Una mesa colorida indica variedad de nutrientes.
Micronutrientes como folatos y selenio apoyan el equilibrio hormonal. Germen de trigo, alfalfa y polen aportan vitaminas valiosas. La hidratación consciente también es esencial. Un día vegetal con caldos, frutas acuosas y batidos verdes puede ofrecer alivio digestivo ocasional. La lecitina de soya, añadida al plato, ayuda por su efecto emulsionante.
El movimiento diario completa el cambio. Se sugiere empezar con ejercicios de fuerza y seguir con cardio moderado como caminar, trotar o bailar. Finalizar con estiramientos y respiración profunda. Dormir bien, tener vínculos sociales y cultivar pensamientos positivos refuerzan el proceso. Visualizar la meta y usar frases motivadoras ayuda a sostener el camino.
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