El país no puede continuar en este nocivo vaivén de reclamos que, más allá de que en varios casos tengan asidero, se dervirtúan cuando se entremezclan con la violencia y el vandalismo. Por ejemplo, adentrarse en una universidad pública como la San Marcos, apoyados por alumnos y políticos que sintonizan con ideas trasnochadas, evidencia que los “manifestantes” están dispuestos a pasar por encima de todo para cumplir su cometido de imponer el desorden, por decir lo menos. Y todo este prurito de exigir cosas lanzando la piedra y escondiendo la mano nace con la lapidaria elección de Pedro Castillo como mandatario. El profesor chotano engañó al “pueblo”, en su mayoría rural, empoderándolo con fantasías, y ahora tenemos a estos compatriotas, azuzados además por discípulos del caos, arrimando Lima y culpándola de todos sus males. De paso que despotrican de la presidenta Boluarte y gritan el estribillo aprendido de Asamblea Constituyente. Bueno es culantro, pero no tanto.