Con las protestas y los actos de violencia que se extienden por cerca de dos meses, todos resultamos afectados de manera directa o indirecta.

No solo el turismo o la agroindustria son golpeados seriamente (Machu Picchu tuvo que cerrar). También pierden los transportistas, de buses, taxis o camiones, pues no hay viajeros ni carga que llevar. Pierden los restaurantes porque no hay comensales. Pierden las tiendas y el vendedor ambulante o el confeccionista de Gamarra.

Además se perjudican algunos procesos como la distribución de material educativo para el Año Escolar 2023 o la entrega de vacunas contra diversas enfermedades. Y han parado algunas minas tras el vandalismo sin freno.

Claro que hay que escuchar las justas demandas, pero no a los extremistas que solo buscan generar caos y violencia. Ya estamos en un año electoral y los partidos políticos deben elegir a sus candidatos en un clima de paz. El tiempo apremia.