El consumo de agua es clave para el buen funcionamiento de los riñones. Beber poca agua reduce la producción de orina, lo que favorece la acumulación de toxinas y aumenta el riesgo de cálculos renales e infecciones urinarias. Por otro lado, tomar demasiada agua puede forzar a los riñones, diluir en exceso la sangre y causar desequilibrios electrolíticos, como la hiponatremia.

La cantidad ideal varía según el peso, la actividad física y el clima. Una fórmula sencilla es multiplicar el peso corporal (kg) por 35 mililitros. Por ejemplo, una persona de 70 kg necesita aproximadamente 2.4 litros diarios (70 x 35 = 2,450 ml).

Escuchar la sed y observar el color de la orina (clara, pero no completamente transparente) son señales adicionales. Mantenerse bien hidratado favorece la filtración de desechos y el equilibrio de líquidos esenciales para la salud renal.

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