Por: Don Juan

Conversando con un , que viene de una chamba de oficina y que el teletrabajo terminó por estresarlo, concluí que las nuevas generaciones del volante tienen la respuesta a pedir de boca, a la que suelen sumarle algo de su cosecha y, entonces, la gracia sale redonda o cuadrada, según el gusto.

- Si tu ex fuera un auto, ¿cuál sería? ¿Honda? ¿O Lamborghini Murciélago?

- ¿Mis adicciones? La velocidad, los autos y tú. Y es que así transita la juventud, viendo y alucinando cosas, aunque el taxista solo debe quedarse en la letra.

- Dios es mi copiloto, pero después de los 120 km/h se baja.

- No corro para morir, corro para que la muerte no me alcance.

- Tantas curvas y yo sin frenos. El romanticismo también pisa a fondo entre los conductores que se alucinan dueños de las pistas.

- Ella no sabe conducir, pero puedo arriesgar mi vida por ella.

- Sí te amo, José, pero baja la velocidad por favor.

LA CRUDA REALIDAD

En el Perú, en contraparte, somos crueles con los mal llamados “caña monse”, o sea los que van lentos y hasta cometen faltas al tránsito.

- Oye, tortuga, dedícate a otra cosa.

- Seguramente te han regalado el brevete, lentejuela. Yo comulgo con eso de que más vale perder un minuto en la vida que la vida en un minuto. Solo un dato: en lo que va del año hubo 48,026 accidentes con 1273 fallecidos, según el Sinadef. El móvil: En primer lugar, choque y, luego, despiste, a causa de la velocidad.

- Por gente como tú, el Perú está hasta las caiguas.

- ¿Qué te computas, uon? ¿Un avión? Y “lo que marca choro, por mi madre”, como diría el cholo Tulio Loza, es que la justicia no mide con la misma vara a los infractores.

“La calle es una selva de cemento/Y de fieras salvajes cómo no/Ya no hay quien salga loco de contento/Donde quiera te espera te espera lo peor/Donde te quiera te espera lo peor…”, advertía Héctor Lavoe.

Además, recuerden que el águila no toma lecciones de vuelo de una gallina. En el caso de los taxistas, deben pasar todos los filtros lícitamente y jamás olvidar que transportan vida. “Pisa el freno, compadre”, repite siempre El Chava.

Y nos vamos con el chiste. A un hombre le faltaba un pie. Detiene un taxi y sube. El taxista le pregunta:

- ¿Por dónde cojo?

- ¿Quién le ha dado confianza para que me hable así?

¡Hasta el próximo miércoles!

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