En los países escandinavos, como Suecia o Dinamarca, los centros preescolares privilegian la enseñanza al aire libre, incluso en invierno, bajo la lluvia o la nieve, para que los niños pequeños disfruten de la naturaleza y aprendan a amarla.

“Usamos trozos de madera para mostrarles que pueden utilizar cualquier cosa de la naturaleza para hacer matemáticas”, dice su maestra, Lisa Bystrom. “En la escuela se sientan con una hoja y un lápiz, pero aquí lo hacen de forma más divertido”, explica Bystrom.

En Suecia y Dinamarca, la enseñanza escolar es obligatoria a partir de los seis años. Antes de eso, la mayoría de los niños van a guarderías o centros preescolares, y muchos padres optan por los sitios al aire libre donde los menores aprenden a apreciar a la naturaleza.

, dice Andreas Pegado, un educador cuya hija va a este preescolar.

También pueden dormir plácidamente

Los pequeños almuerzan sentados en bancos de madera alrededor de una fogata, a menos que la lluvia los obligue a resguardarse bajo techo. Después de comer, los niños de dos años o menos hacen la siesta en sacos de dormir bajo un toldo, incluso en los días con temperaturas bajo cero.

“Tienen mucho aire fresco, duermen más y duermen mejor”, asegura Johanna Karlsson, directora del preescolar “Ur & Skur” (Lluvia o Sol), sin incomodarse por la temperatura de cinco grados centígrados.

En la vecina Dinamarca, muchas guarderías usan “buses forestales” que trasladan a los niños a espacios naturales. Cada día, un grupo del preescolar Stenurten -uno de los 78 que ofrecen excursiones diarias como esta- viaja en bus del barrio Norrebro en el centro de Copenhague hasta un espacio al aire libre.

En ese lugar, un campo aledaño a un bosque con una casa de madera que brinda abrigo si llueve, los niños corren libremente.

Es saludable y se sienten más felices

“Aquí su curiosidad diferente”, dice Iben Ohrgaard, una de las pedagogas mientras observa a los niños.

Todos visten ropa de esquí, niños y adultos, fieles al dicho noruego de que “no existe mal tiempo, sino ropa inadecuada”. ¿Tiene sentido permanecer afuera todo el día, incluso cuando hace 10 grados bajo cero?

Los educadores coinciden en que los niños pequeños que pasan mucho tiempo al aire libre se sienten mejor y se enferman menos. En los años 1920, un médico islandés recomendó que los bebés durmieran en el exterior para fortalecer sus sistemas inmunes, una práctica ahora común entre los países nórdicos y que la comunidad médica no ha contrariado.

La enseñanza y los juegos al aire libre estimulan el espíritu de colaboración de los niños, sostiene un estudio británico publicado en 2018 por el British Educational Research Journal. Cuando están afuera “intentan soluciones diferentes ellos mismos”, señala Ohrgaard, lo que ayuda a limitar los conflictos. Para los padres, los días que pasan al aire libre son un “regalo”.