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Si crees que la pornografía es una cosa de estos tiempos, te equivocas. El porno tiene sus antecedentes. Tenemos por ejemplo los huacos eróticos mochicas o las esculturas del templo de Khajuraho, que representan personas copulando y hasta actos de zoofilia.
Ya en el siglo XIX surgen las revistas eróticas en Francia y una de las primeras películas pornográficas -Le Coucher de la Mariée- se realiza en 1896, apenas un año después de que los hermanos Lumière patentaran el cinematógrafo. Por lo visto, el hombre no ha podido vivir sin pornografía.
El cine XXX es sin duda el mejor vehículo de expresión del porno. Estas películas son muy parecidas a las que hoy se pueden ver en internet. “(En las primeras cintas) no hay ninguna conversación, no hay cortejo, no hay dulzura, simplemente un sexo genital que muestra muy poca o ninguna consideración por el placer erótico”, dice el sicólogo Michael Castleman en un artículo para la revista Psychology Today.
¿Qué hace que una fómula tan simple y antigua siga siendo exitosa? Se trata de “la fantasía masculina que representa la abundancia sexual sin las complicaciones de las relaciones reales”, señala Castleman. En otras palabras, el porno satisface una necesidad del varón de una manera práctica y sin enfrentarlo al temible compromiso.
