Johnny Padillla

Moraima Cavero no disimula su entusiasmo ni reprime esas ganas de repetir “Zambo” mil veces para que nadie se olvide de la grandeza y la sencillez de su padre. A diez años de su partida,está más vivo que nunca y se le quiere recordar con jarana, como es de ley.

Este miércoles 20 en el Gran Teatro Nacional, la alegría tendrá nombre y apellido. La música toda en honor al maestro.

“Me parece increíble que un ser humano congregue tanto como mi padre. Cada vez que hemos hablado con un artista para que participe, lo primero que ha dicho es cuándo empiezo, cómo y dónde. Mario Sifuentes inmediatamente se puso a escribir el espectáculo y que Fernando Zevallos (La Tarumba) no haya pensado ni dos minutos para dar el sí, hace que esto sea una celebración. Mi papá se lo merece, porque ha sido un buen hombre, buen papá, buen amigo. Las historias que yo voy encontrando de él en el camino son lindas”, afirma Moraima.

-Historias que solo hacen que siga siendo grande. ¿En algún momento lo viste con el ego alzado?

No, jamás. Algo que yo rescato del “Zambo” es su don de gente. En la mesa de mi casa o en la de la avenida Argentina, donde él termina sus días, se han sentado a almorzar el señor que venía a hacernos la gasfitería, el albañil, el embajador, el periodista; todos han comido en la misma mesa, en el mismo plato, con el mismo tenedor.

-Dicen que era coqueto...

Fíjate que sí tenía su vanidad; era vanidoso con la ropa. A veces se miraba al espejo y decía: “Estoy más bonito que un gato de angora”.

Era muy coqueto y algunas veces mencionaba: “Yo me voy a ir y me van a despedir como un príncipe de mi país”. Esa frase ni siquiera la recordaba; pero conversando con alguien muy cercano a él, una comadre, me la trajo nuevamente de vuelta.

-Cuando conversabas con él, ¿era consciente de lo que representaba en la música peruana?

No, él era un hombre sencillo, humilde. ¿Sabes? Cuando uno disfruta lo que hace, en lo último que te pones a pensar es cuánto represento o lo que me va a dar de rédito. Era un hombre con los pies sobre la tierra.

-¿Cómo se habría sentido si hubiera escuchado en los estadios de Rusia su voz cantando “Contigo Perú”?

Imagínate. Me acuerdo que el primer día que lo escuchamos era el Día del Padre. Nosotras estábamos entusiasmadas porque jugaba Perú. Mi hermana se encontraba parada acá y comenzó a llorar sin poder creerlo cuando escuchó a mi papá cantando. La menor nos llamó por teléfono hecha un mar de llanto también. Fue muy emocionante cómo se juntaron todos en torno a una canción con la majestuosa guitarra de don Óscar, la voz del “Zambo” y con una exquisita canción de Polo Campos.

-Es un legado que deben proteger tú y tus hermanas. Por eso pusieron el pare cuando aparecieron imitadores del “Zambo”...

Los herederos de cualquier cantante deben saber que los ampara la ley, que ellos son dueños de los derechos de imagen de su familiar por 70 años. Que todo el mundo tiene que pedirles permiso para poder utilizar su nombre y su imagen. Es un derecho. No puedes renunciar a eso; te ampara la Constitución.

-Nadie puede usar el nombre de otro tan alegremente...

No es legal y mucho menos explotarlo ganando dinero. No hay justicia en esto. Se debería poner un límite. Nosotras tenemos registrado el nombre de mi padre en distintas variantes y categorías. Finalmente, creo que esto es una tarea de concientización de los empresarios para que no incentiven la explotación de los imitadores y amor propio de quienes lo hacen. ¿Cómo se puede conformar una persona con ser la copia de alguien toda su vida?

Zambo Cavero
Zambo Cavero